*Obra de
Walkala. Luis Alfredo Duarte
Herrera (1958-2010).
Caminábamos de la mano por la calle peatonal de su ciudad, hoy lejana para mi.
Era invierno y de madrugada, íbamos como suspendidos en el aire. La noche estaba
estrellada, por momentos parecía que el cielo se derrumbaba… las estrellas
estaban ahí nomás, como al alcance de una mano
extendida.
Estábamos
solos en la calle o al menos sentíamos que éramos los únicos seres presentes en
ese momento tan único y tan frágil a la vez. Una pareja que buscaba una casa y
una cama para resguardarse de un frío polar.
Y ahí
aparecieron las preguntas sin respuesta sencilla. ¿Qué hacía allí lejos de mi
pueblo con ella? ¿Qué era aquello tan fuerte que nos unía? ¿Era el amor o la
devastación de la vida antigua de cada cual?
Imagine otra
intemperie regada de estrellas. Ellos corren a una caverna. Hay que encender el
fuego, abrazarse, cubrirse con unas pieles. El mundo era ese ínfimo presente, la
idea de la presencia del pasado en sus vidas no tenía sentido. El futuro por
definición no existía. Solo aquel presente.
Después
llegaron trabajosamente los descubrimientos. Los seres que viven su realidad en
un escenario interno que llevan consigo, en una neurosis que los protege y
limita a la vez. En su propia caverna con el rugido de sus ancestros-dinosaurios
por si no alcanzara con los miedos reales de la jungla
social.
En eso
estaba, bien perdido en imágenes aparentemente lejanas, cuando llegamos a la
casa.
Y antes o
después del cariño físico, Raquel me trajo las pantuflas de su ex marido para
que no se enfriaran mis pies camino al baño.
*De Urbano Powell.
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