Ilustración de Freyja. freyja_walkyrien@hotmail.com
A la abuela Irma.
Pensar que esto era, siglos atrás, un ejercicio literario. Sólo un breve escrito sin pretensiones.
Hasta que no quedo otra. Hasta que el mundo natural que nos contenía se volvió inestable. Imposible de estabilizar en sus equilibrios e intercambios básicos para que el nombre "naturaleza" sea lo que se entendió durante miles de años antes de que haya seres con alguna conciencia.
Y la ciencia ya venía en ese desesperado intento de recrear, de reparar, de generar la vida misma.
Y no quedo otra. Nada se hace antes de que su necesidad se imponga. Y ese punto llegó.
¿Mutantes? No, me gusta más Peregrinos. Somos Peregrinos como llamaba Conrad a esos seres para los que les faltaba una definición clara de identidad. Pero de una forma a otra, somos la vida escapando como escapaban los virus a todas las formas posibles de la extinción.
Metáforas. Somos también seres surgidos de la metáfora. Por eso la literatura y la genética se imbricaron, una al servicio de la otra.
Y fue la imaginación puesta al servicio del poder de creación que las religiones atribuyeron por los siglos de los siglos a la capacidad divina.
Y fue de alguna manera Hegel y la dialéctica un precursor.
A la larga sobrevivieron los que pueden creer. Y creer en sus propias creaciones. En la propiedad de materialización de los sueños narrados. Del saber acumulado en el sentido común. En frases añejas.
Dicen los que tienen recuerdos verdaderos, que Borges supo decir algo parecido a "la mitología es la verdad última de la historia".
*
Tengo la memoria del nogal que me albergo años y años desde la semilla que mi madre alada enterró en este bosque que no es un bosque como ustedes entienden, sino una zona protegida de creación de nuevas formas de vida. Soy y seré golondrina, después de desprenderme de la corteza de ese ser que será un recuerdo de madera y leña al tiempo de mi partida. Vivo en los aires. En la mitad del ciclo anual haremos nido en algún refugio de la ciudad de Bonita. En California. Luego Volveré a Buenos Aires a comienzos de la primavera del sur con mi pareja.
Gestaremos huevos semillas de la especie. Confiaremos en la fuerza de la vida. Aún en aquella surgida por medios artificiales. Como una última y desesperada utopía.
No hay en el esbozo de mi historia nada que pueda parecérseles a una verdad de su época.
Sólo cuento con el testimonio intangible de mi propia existencia y el recuerdo de un lejano origen literario. Cuando una abuela de más de 80 años dejo escrito casi sin darse cuenta, en una carta, el legado que me gestó:
"Dicen que a los hijos hay que darles raíces y alas. Raíces para que sepan de donde vienen y alas para que las desplieguen y vuelen a su propia vida en el momento justo"
*De Urbano Powell. urbanopowell@yahoo.com.ar
Comentarios
las personas no son sensitivas o no lo has promocionado?
Mirá quién habla...!
Es muy bello