¿Mutantes? No, me gusta más Peregrinos. Somos Peregrinos como llamaba Conrad a esos seres para los que les faltaba una definición clara de identidad.
Pero de una forma a otra, somos la vida escapando como escapaban los virus a todas las formas posibles de la extinción.
Tengo la memoria del nogal que me albergó años y años desde la semilla que mi madre alada enterró en este bosque que no es un bosque como ustedes entienden, sino una zona protegida de creación de nuevas formas de vida. Soy y seré golondrina, después de desprenderme de la corteza de ese ser que será
un recuerdo de madera y leña al tiempo de mi partida. Vivo en los aires. En la mitad del ciclo anual haremos nido en algún refugio de la ciudad de Bonita. Volveré a comienzos de la primavera del sur con mi pareja.
Gestaremos huevos semillas de la especie. Confiaremos en la fuerza de la vida. Aún en aquella surgida por medios artificiales. Como una última y desesperada utopía.
No hay en el esbozo de mi historia nada que pueda parecérseles a una verdad de su época.
Sólo cuento con el testimonio intangible de mi propia existencia y el recuerdo de un lejano origen literario. Cuando una abuela de más de 80 años dejó escrito casi sin darse cuenta, en una carta, el legado que me gestó:
"Dicen que a los hijos hay que darles raíces y alas. Raíces para que sepan de donde vienen y alas para que las desplieguen y vuelen a su propia vida en el momento justo"
Pero de una forma a otra, somos la vida escapando como escapaban los virus a todas las formas posibles de la extinción.
Tengo la memoria del nogal que me albergó años y años desde la semilla que mi madre alada enterró en este bosque que no es un bosque como ustedes entienden, sino una zona protegida de creación de nuevas formas de vida. Soy y seré golondrina, después de desprenderme de la corteza de ese ser que será
un recuerdo de madera y leña al tiempo de mi partida. Vivo en los aires. En la mitad del ciclo anual haremos nido en algún refugio de la ciudad de Bonita. Volveré a comienzos de la primavera del sur con mi pareja.
Gestaremos huevos semillas de la especie. Confiaremos en la fuerza de la vida. Aún en aquella surgida por medios artificiales. Como una última y desesperada utopía.
No hay en el esbozo de mi historia nada que pueda parecérseles a una verdad de su época.
Sólo cuento con el testimonio intangible de mi propia existencia y el recuerdo de un lejano origen literario. Cuando una abuela de más de 80 años dejó escrito casi sin darse cuenta, en una carta, el legado que me gestó:
"Dicen que a los hijos hay que darles raíces y alas. Raíces para que sepan de donde vienen y alas para que las desplieguen y vuelen a su propia vida en el momento justo"
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