"Estoy esperando que llegue Patricia
Escobar a mi vida"
La voz interna repitió el motivo de la espera interminable al hombre de la mesa
pegada al vidrio qué no dejaba de ver con detenimiento a las mujeres que
cruzaban la avenida como tratando de adivinar quién de ellas era la Patricia
Escobar que entraría al bar a buscarlo sin más referencias que el pequeño escudo
de Independiente en el saco.
Pero Patricia ya estaba sentada en el otro extremo del bar, con ventana mirando
a la otra calle. Finalmente ella pagó su cuenta y se acercó a la mesa donde
Esteban esperaba mirando su reloj cada cinco minutos.
-Pensé que no vendrías -dijo él.
-El colectivo nunca llegaba. -dijo ella.
La promesa de amor valió aquella espera de hora y media en aquel bar de
Avellaneda. Fueron casi casi 30 años de convivencia, con dos hijas maravillosas
florecidas.
Quedo ahí un cierto misterio que ambos se
esmeraron en proteger.
Al tiempo de enviudar, Patricia relató
aquel encuentro a sus hijas.
“lo vi ahí… cómo un pollo mojado esperando por alguien que seguramente no
vendría. Me sentía tan sola. Estar sólo
enloquece”.
Entonces me levanté. Decidida a sentarme en
su mesa.
Llegó un necesario amor.
Cada tanto cómo hacía mi abuela en sus rituales de agradecimiento
prendía una vela en homenaje a Patricia Escobar.
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