Lo cuenta Marabú, el joven de Senegal que vende relojes y cadenitas cargando con su valija por los bares.
Dice que entro y que un hombre de barba candado lo invito a sentarse hablando en francés.
Marabú habla francés y wólof. Apenas comprende lo elemental del español.
Le preguntó si había comido. Marabú, no tuvo vergüenza: le dijo que desde la mañana no había probado un bocado.
El hombre de la barba candado llamó al mozo y pidió un sanguche y una gaseosa para Marabú.
Y un café cortado para él.
Antonio, el mozo, avisó que ese día el bar cerraba temprano por ser fin de año.
El hombre, inmutable esperaba que Marabú comiera tranquilo.
Mientras, monologa sobre la posibilidad de hablar y ser escuchado:
Todos los años vengo a sentarme en esta mesa a la misma hora. No tengo respuestas. Sólo una profunda angustia.
Entendeme Marabú: -Puedo hablar, pero no puedo expresarme con las palabras.
(....) y las palabras que tengo no pueden darle forma a lo que siento, a lo que me pasa.
A veces pienso que es aun mucho peor.
Que no solo las palabras que dispongo no pueden expresar mis sentimientos, sino que además no están las personas adecuadas para escucharme.
Después el hombre se queda en silencio, o sigue hundido en pensamientos que surgen desde una historia imposible de imaginar para Marabú, que luego de una media hora se despidió agradeciendo el gesto.
-Que tengas un feliz año nuevo, le dijo el hombre de la barba candado.
-Pensé: Es posible que esta sea una de las formas más crudas de la soledad.
urbanopowell@yahoo.com.ar
Dice que entro y que un hombre de barba candado lo invito a sentarse hablando en francés.
Marabú habla francés y wólof. Apenas comprende lo elemental del español.
Le preguntó si había comido. Marabú, no tuvo vergüenza: le dijo que desde la mañana no había probado un bocado.
El hombre de la barba candado llamó al mozo y pidió un sanguche y una gaseosa para Marabú.
Y un café cortado para él.
Antonio, el mozo, avisó que ese día el bar cerraba temprano por ser fin de año.
El hombre, inmutable esperaba que Marabú comiera tranquilo.
Mientras, monologa sobre la posibilidad de hablar y ser escuchado:
Todos los años vengo a sentarme en esta mesa a la misma hora. No tengo respuestas. Sólo una profunda angustia.
Entendeme Marabú: -Puedo hablar, pero no puedo expresarme con las palabras.
(....) y las palabras que tengo no pueden darle forma a lo que siento, a lo que me pasa.
A veces pienso que es aun mucho peor.
Que no solo las palabras que dispongo no pueden expresar mis sentimientos, sino que además no están las personas adecuadas para escucharme.
Después el hombre se queda en silencio, o sigue hundido en pensamientos que surgen desde una historia imposible de imaginar para Marabú, que luego de una media hora se despidió agradeciendo el gesto.
-Que tengas un feliz año nuevo, le dijo el hombre de la barba candado.
-Pensé: Es posible que esta sea una de las formas más crudas de la soledad.
urbanopowell@yahoo.com.ar
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claudia migliore