Contaba mi
abuela que en su pueblo natal a orillas del río D'Orba el hombre lobo era
fácilmente ubicable. Llevaba atada de una de sus patas traseras a la luna
llena. Por eso su andar era torpe y siempre estaba delatado por la luminosidad.
Como quien camina seguido por la luz de un farol sobre su cabeza. Los hombres
del pueblo no querían cazarlo porque era demasiado sencillo. Además seguramente
era un buen vecino que saltaba de su cama para cumplir un designio tan repetido
como la neurosis, claro que mi abuela no decía neurosis. Decía que llovería la misma
repetida maldición sobre aquel que matara a un vecino que tenía la desgracia de
tirar de la luna vestido de lobo.
*Foto de Noelia Ceballos @noe_ce_arte * Dame esta pequeña luz, esta certeza azul que cae sobre los patios. Dame tus costumbres de lluvia, la ternura que crece entre tu mano y la mía con el coraje de las enredaderas. Dame todo el dolor. Dame toda la pena que pueda soportar. Que arda mi corazón, que se transforme en un fruto sagrado que desees siempre. Dame el borde. La fisura. La cornisa. Del amor y otra obediencia ya he tenido. *De Mariana Finochietto . mares.finochietto@gmail.com A LA TERNURA DE SER PARTE DE LAS COSAS -Poesía de Mariana Finochietto . * Alguna vez, antes de que los siglos derribaran los muros, hubo flores entre la hierba. Mi pelo perfumaba el aire. Y vos venías, como un dios errante sobre el mundo a dejar la luz sobre mi cuello. Alguna vez, antes de que el viento arrojara tu nombre como una piedra inútil sob
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