Contaba mi
abuela que en su pueblo natal a orillas del río D'Orba el hombre lobo era
fácilmente ubicable. Llevaba atada de una de sus patas traseras a la luna
llena. Por eso su andar era torpe y siempre estaba delatado por la luminosidad.
Como quien camina seguido por la luz de un farol sobre su cabeza. Los hombres
del pueblo no querían cazarlo porque era demasiado sencillo. Además seguramente
era un buen vecino que saltaba de su cama para cumplir un designio tan repetido
como la neurosis, claro que mi abuela no decía neurosis. Decía que llovería la misma
repetida maldición sobre aquel que matara a un vecino que tenía la desgracia de
tirar de la luna vestido de lobo.
*Foto de Noelia Ceballos . @noe_ce_arte Espejo retrovisor* Mañana de ciudad. Bulle el trabajo. Coches y gente: hormigas. En imprevista esquina, fulgurante avanza tu figura detenida. Mi mano te saluda, con medida sonrisa. La tuya me responde en breve gesto que borra las hormigas hace estallar silencio y suspende la brisa. Aspiro todo el aire de la calle. Mi mirada furtiva captura en el espejo tu espalda que se aleja detenida. Parpadeo. Cuando doblo la esquina -por prudencia esta vez- miro el espejo. Pero está descompuesto: tu aura lo trabó. Un disco fotográfico rayado me destella tu imagen en la ciudad vacía. *De María Amelia Schaller . mariameliaschaller@gmail.com LOS AMANTES* ...

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