En el peaje de la ruta que une Buenos Aires con Rosario, ella ya empieza a sentir el agobio de este trabajo a la hora de haber tomado su puesto. El peso del automatismo en un puesto laboral cualquiera se hace sentir casi de inmediato. Su mano izquierda entra y sale de la ventana. Ella puede verse una y otra vez abriendo la palma de la mano para recibir monedas o haciendo pinza con el pulgar y el índice para tomar un billete. Luego viene imprimir el ticket, dar el cambio, y ese sentir un roce azaroso con manos anónimas en su piel cuando se recibe el dinero y se da vuelto.
Sopla entonces el último beso del día al chofer del Flecha Bus.
Algunos pasajeros llegan a ver en el aire como desde el contorno de sus labios ese beso se hace visible en un estallido de brillos y estrellas fugaces que se disipan en el parabrisas del ómnibus. Así, de forma tan efímera y tan eterna, ese beso se clava en el iris del chofer dejando estelas de vuelo mágico como el que dejan las hadas de Disney.
Cierra la cabina del peaje. Esa ruta al norte o al sur se abre en largas distancias, en enormes desconocimientos. Se va a buscar su auto después de saludar a la gente de oficina. Ella cumplió con su rito semanal, la hora que dedica a su voluntariado de seducción y fantasía en la ruta. Se da cuenta que olvido el cartel identificatorio en la ventanilla pero no vuelve por él. Todavía se puede leer en la ventanilla lateral -ahora a oscuras- de la cabina nº4: Autopistas de Luna a Sol.
UD. esta siendo atendido por Neumann Nicole.
*De Urbano Powell. urbanopowell@yahoo.com.ar
Sopla entonces el último beso del día al chofer del Flecha Bus.
Algunos pasajeros llegan a ver en el aire como desde el contorno de sus labios ese beso se hace visible en un estallido de brillos y estrellas fugaces que se disipan en el parabrisas del ómnibus. Así, de forma tan efímera y tan eterna, ese beso se clava en el iris del chofer dejando estelas de vuelo mágico como el que dejan las hadas de Disney.
Cierra la cabina del peaje. Esa ruta al norte o al sur se abre en largas distancias, en enormes desconocimientos. Se va a buscar su auto después de saludar a la gente de oficina. Ella cumplió con su rito semanal, la hora que dedica a su voluntariado de seducción y fantasía en la ruta. Se da cuenta que olvido el cartel identificatorio en la ventanilla pero no vuelve por él. Todavía se puede leer en la ventanilla lateral -ahora a oscuras- de la cabina nº4: Autopistas de Luna a Sol.
UD. esta siendo atendido por Neumann Nicole.
*De Urbano Powell. urbanopowell@yahoo.com.ar
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